Solo le pido a Dios
Que el dolor no me sea indiferente
Que la reseca muerte no me encuentre
Vacío y solo sin haber hecho lo suficiente
Solo le pido a Dios
Que lo injusto no me sea indiferente
Que no me abofeteen la otra mejilla
Después que una garra me araño esta suerte
coro
Solo le pido a Dios
Que la guerra no me sea indiferente
Es un monstruo grande y pisa fuerte
Toda la pobre inocencia de la gente
Es un monstruo grande y pisa fuerte
Toda la pobre inocencia de la gente
Solo le pido a Dios
Que el engaño no me sea indiferente
Si un traidor puede más que unos cuantos
Que esos cuantos no lo olviden fácilmente
Solo le pido a Dios
Que el futuro no me sea indiferente
Desahuciado esta el que tiene que marchar
A vivir una cultura diferente
domingo, 28 de diciembre de 2008
El huesped. Juan del Sur
Últimamente se levantaba con cierta incomodidad, un vago malestar. Hacía años se dedicaba a los negocios. Le iba bien, mejor que bien, estaba empinado en su carrera, sin embargo algo pasaba, estaba invadido de una incómoda sensación.
Había dejado la universidad por una carrera más rápida. Al fin de cuentas, la vida se perfilaba más para el lado de la ganancia rápida que para el del conocimiento y las profesiones formales. Oportunidades no le faltaron con el auge de la desregulación, el reino del mercado, un paraíso de libertades que mostraba muchos atajos hacia la fortuna.
De naturaleza inquieta, casi alterada, a los saltos de un lado al otro con una agilidad instintiva para escurrir el cuerpo, se ubicaba a resguardo de todo aquello que percibiera peligroso. Llevaba una vida plena de sobresaltos como todos los de su clase pero le resultaba necesario como el aire, era ineludible.
Claro, había que tener ciertas habilidades, ser ágil de mente, discurrir amablemente sobre temas espinosos, dar por entendidas cosas masculladas a veces poco claras. Mostrar una imagen ganadora, confiable dentro del contexto en que se movía y, por supuesto, resultar agradable para el trato. Como debe realizarlo un actor antes de salir a escena, cada mañana se vestía de su personaje, sabía que también su imagen decía cosas de el y, hacía un repaso de la agenda a cumplir, se concentraba en lo suyo.
Su visión resultaba simpática, entradora, personaje adorable, el de esas ficciones de la industria del entretenimiento tras la que se oculta la capacidad de trasmitir males incurables. Caminaba en la estrecha senda de una frontera entre dos abismos, mostrando una orientación notable. Aunque nunca tuvo buena vista, sus acciones daban cuenta de que nada se le escapaba, nada parecía llegarle de sorpresa. Siempre alerta a todo aquello que pudiera nutrir sus ambiciones, las que extendían cada vez más sus límites. Sus excursiones para satisfacer su irrefrenable deseo se hacían cada vez más aventuradas, temerarias.
A veces, recordando su pasado, pensaba que otro ser lo había ocupado y, morbosamente, lo dirigía. Se daba perfecta cuenta que la desgracia ajena era en beneficio propio, aunque hacía rato que eso dejó de revolverle el estómago, más bien lo sostenía.
Saltaba de un lado al otro de acuerdo a como percibía el ambiente y eludía muchos obstáculos, obtenía lo suyo y desaparecía o, aparecía allí donde había promesa de satisfacción a sus insaciables apetencias.
Cuando dejaba a sus íntimos era para ellos como si se perdiera en la noche, lo que casi era cierto, su actividad entraba en las penumbras, se hacía invisible, personajes oscuros lo rodeaban.
A medida que crecía, cada vez necesitaba más, nada detenía su voracidad que hacía que se arriesgara temerariamente, aunque sus repetidos éxitos hacían que no se percatara.
Nunca se detuvo en su vertiginosa carrera, hasta querer alcanzar aquel jugoso premio. Se descuidó arremetiendo sin medir bien las consecuencias. Alguien había decidido parar en seco sus tropelías y construyó la trampa de la que no saldría.
El cierre fue un festín descontrolado, no lo pudo soportar, nada ni nadie hubiera podido hacerlo, superaba lo que naturalmente era posible.
Había dejado la universidad por una carrera más rápida. Al fin de cuentas, la vida se perfilaba más para el lado de la ganancia rápida que para el del conocimiento y las profesiones formales. Oportunidades no le faltaron con el auge de la desregulación, el reino del mercado, un paraíso de libertades que mostraba muchos atajos hacia la fortuna.
De naturaleza inquieta, casi alterada, a los saltos de un lado al otro con una agilidad instintiva para escurrir el cuerpo, se ubicaba a resguardo de todo aquello que percibiera peligroso. Llevaba una vida plena de sobresaltos como todos los de su clase pero le resultaba necesario como el aire, era ineludible.
Claro, había que tener ciertas habilidades, ser ágil de mente, discurrir amablemente sobre temas espinosos, dar por entendidas cosas masculladas a veces poco claras. Mostrar una imagen ganadora, confiable dentro del contexto en que se movía y, por supuesto, resultar agradable para el trato. Como debe realizarlo un actor antes de salir a escena, cada mañana se vestía de su personaje, sabía que también su imagen decía cosas de el y, hacía un repaso de la agenda a cumplir, se concentraba en lo suyo.
Su visión resultaba simpática, entradora, personaje adorable, el de esas ficciones de la industria del entretenimiento tras la que se oculta la capacidad de trasmitir males incurables. Caminaba en la estrecha senda de una frontera entre dos abismos, mostrando una orientación notable. Aunque nunca tuvo buena vista, sus acciones daban cuenta de que nada se le escapaba, nada parecía llegarle de sorpresa. Siempre alerta a todo aquello que pudiera nutrir sus ambiciones, las que extendían cada vez más sus límites. Sus excursiones para satisfacer su irrefrenable deseo se hacían cada vez más aventuradas, temerarias.
A veces, recordando su pasado, pensaba que otro ser lo había ocupado y, morbosamente, lo dirigía. Se daba perfecta cuenta que la desgracia ajena era en beneficio propio, aunque hacía rato que eso dejó de revolverle el estómago, más bien lo sostenía.
Saltaba de un lado al otro de acuerdo a como percibía el ambiente y eludía muchos obstáculos, obtenía lo suyo y desaparecía o, aparecía allí donde había promesa de satisfacción a sus insaciables apetencias.
Cuando dejaba a sus íntimos era para ellos como si se perdiera en la noche, lo que casi era cierto, su actividad entraba en las penumbras, se hacía invisible, personajes oscuros lo rodeaban.
A medida que crecía, cada vez necesitaba más, nada detenía su voracidad que hacía que se arriesgara temerariamente, aunque sus repetidos éxitos hacían que no se percatara.
Nunca se detuvo en su vertiginosa carrera, hasta querer alcanzar aquel jugoso premio. Se descuidó arremetiendo sin medir bien las consecuencias. Alguien había decidido parar en seco sus tropelías y construyó la trampa de la que no saldría.
El cierre fue un festín descontrolado, no lo pudo soportar, nada ni nadie hubiera podido hacerlo, superaba lo que naturalmente era posible.
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Personaje urbano actual,
tal vez nos gobierne...
Guernica. Pablo Ruiz Picasso. 1937.
Nuestra propia tragedia
Ya podemos sacar nuestras propias fotos de niños y adultos en la miseria sin necesidad de esperar que lleguen de África. Aquí a la vuelta, donde haya un banco.
El 23 de diciembre pude (seguramente, pudimos) ver la tragedia argentina en aquellos lugares donde había bancos que pagaban los pocos pesos que otorgó el gobierno nacional como una generosa dádiva. En la semana del 29 se repetirá por iniciativa similar del gobierno provincial.
Decenas, cientos y, al final del día, miles de personas, hicieron filas interminables para poder cobrar la parte que les asignaron de la hasta no hace mucho “floreciente” economía nacional.
Allí, al rayo del sol, cuando estaban sobre alguna avenida, veían como el resto de sus conciudadanos pasaban en sus autos, urgidos por comprar los “obligados” regalos navideños.
He visto jóvenes descalzas con sus hijos en brazos, hombres y mujeres en edad de ser activos en la economía con sus ropas raídas por el uso, visiblemente sin empleo.
Luego supe de quienes, cobrados los escasos pesos, fueron a tratar de multiplicarlos a las agencias de lotería, que brotan como hongos en una tierra de necesidades.
Seguro que muchos, adicción por adicción, habrán optado por relegar el juego y saturarse en alcohol u otra sustancia que lo alejara al menos por unas horas de la realidad que lo maltrata.
Me pregunto a cuantos les habrá pasado por la cabeza conseguir más plata de manera más fácil que pasándose horas en esas colas, aunque no legalmente.
¿Qué habremos hecho que la Argentina se convirtió en lo que es, lo que vemos? ¿Qué permitimos que se hiciera para llegar a esto? ¿Cómo fuimos engañados? ¿Nos seguirán engañando? ¿Tenemos alguna responsabilidad? ¿En que medida somos responsables?
Mientras me hago estas preguntas, la Suprema Corte de Justicia estudia la despenalización de la tenencia de drogas para el consumo.
No importa la Educación, no importa la Salud, no importa la Economía depredadora. No importa la obscenidad de actos de gobierno que excluyen aún más a mucha más gente.
No importa la corrupción que brota cada día en el descontrol del tráfico de sustancias, de divisas, de personas.
Importa mantener ignorantes a fuerza de no tener escuelas decentes, educación como la gente, de obnubilar con la tele barata, el “fulbo”, el alcohol y otras sustancias, de fomentar adicciones varias, menos al esfuerzo, al trabajo.
Fomentar el apego al esfuerzo es peligroso, porque el que se esfuerza, el que trabaja, el que es exigido, exige, reclama dignidad, justicia. Todo eso que de ninguna manera parecen dispuestos a darles.
Entretener, para que no se den cuenta que están robando su futuro, para eso “despenalicemos”.
El 23 de diciembre pude (seguramente, pudimos) ver la tragedia argentina en aquellos lugares donde había bancos que pagaban los pocos pesos que otorgó el gobierno nacional como una generosa dádiva. En la semana del 29 se repetirá por iniciativa similar del gobierno provincial.
Decenas, cientos y, al final del día, miles de personas, hicieron filas interminables para poder cobrar la parte que les asignaron de la hasta no hace mucho “floreciente” economía nacional.
Allí, al rayo del sol, cuando estaban sobre alguna avenida, veían como el resto de sus conciudadanos pasaban en sus autos, urgidos por comprar los “obligados” regalos navideños.
He visto jóvenes descalzas con sus hijos en brazos, hombres y mujeres en edad de ser activos en la economía con sus ropas raídas por el uso, visiblemente sin empleo.
Luego supe de quienes, cobrados los escasos pesos, fueron a tratar de multiplicarlos a las agencias de lotería, que brotan como hongos en una tierra de necesidades.
Seguro que muchos, adicción por adicción, habrán optado por relegar el juego y saturarse en alcohol u otra sustancia que lo alejara al menos por unas horas de la realidad que lo maltrata.
Me pregunto a cuantos les habrá pasado por la cabeza conseguir más plata de manera más fácil que pasándose horas en esas colas, aunque no legalmente.
¿Qué habremos hecho que la Argentina se convirtió en lo que es, lo que vemos? ¿Qué permitimos que se hiciera para llegar a esto? ¿Cómo fuimos engañados? ¿Nos seguirán engañando? ¿Tenemos alguna responsabilidad? ¿En que medida somos responsables?
Mientras me hago estas preguntas, la Suprema Corte de Justicia estudia la despenalización de la tenencia de drogas para el consumo.
No importa la Educación, no importa la Salud, no importa la Economía depredadora. No importa la obscenidad de actos de gobierno que excluyen aún más a mucha más gente.
No importa la corrupción que brota cada día en el descontrol del tráfico de sustancias, de divisas, de personas.
Importa mantener ignorantes a fuerza de no tener escuelas decentes, educación como la gente, de obnubilar con la tele barata, el “fulbo”, el alcohol y otras sustancias, de fomentar adicciones varias, menos al esfuerzo, al trabajo.
Fomentar el apego al esfuerzo es peligroso, porque el que se esfuerza, el que trabaja, el que es exigido, exige, reclama dignidad, justicia. Todo eso que de ninguna manera parecen dispuestos a darles.
Entretener, para que no se den cuenta que están robando su futuro, para eso “despenalicemos”.
domingo, 14 de diciembre de 2008
New York Movie. Edward Hopper. 1939.
Edward Hopper, según los entendidos, pintó la desolación de "la gran depresión" de los años treinta en los Estados Unidos de Norte América. El crack del capitalismo, el fin del "American dream", la soledad del individualismo y la precariedad del "self made man". ¿Ya habrá un pintor para el actual "crack" ¿Estamos mejor preparados? ¿Que tal andamos de autoestima?

Bien pulenta. Carlos Waiss
Estoy hecho en el ambiente de muchachos calaveras, entre guapos y malandras me hice taura pa' tallar, me he jugado sin dar pifia en bulines y carpetas, me enseñaron a ser vivo muchos vivos de verdad.
No me gustan los boliches que las copas charlan mucho y entre tragos se deschava lo que nunca se pensó.
Yo conozco tantos hombres que eran vivos y eran duchos y en la cruz de cuatro copas se comieron un garrón.
Yo nunca fui shusheta de pinta y fulería, y sé lo que es jugarse la suerte a una baraja si tengo un metejón.
Le escapo a ese chamuyo fulero y confidente de aquéllos que se sienten amigos de ocasión.
Yo soy de aquellas horas que laten dentro 'el pecho, de minas seguidoras, de hombres bien derechos tallando tras cartón.
Siempre sé tener conducta por más contra que me busquen, aunque muchos se embalurden que soy punto pa' currar, ando chivo con la yuta porque tengo mi rebusque y me aguanto cualquier copo con las cartas que me dan.
No me gusta avivar giles que después se me hacen contra, acostumbro escuchar mucho, nunca fui conversador.
Y aprendí desde purrete que el que nace calavera no se tuerce con la mala, ni tampoco es batidor.
No me gustan los boliches que las copas charlan mucho y entre tragos se deschava lo que nunca se pensó.
Yo conozco tantos hombres que eran vivos y eran duchos y en la cruz de cuatro copas se comieron un garrón.
Yo nunca fui shusheta de pinta y fulería, y sé lo que es jugarse la suerte a una baraja si tengo un metejón.
Le escapo a ese chamuyo fulero y confidente de aquéllos que se sienten amigos de ocasión.
Yo soy de aquellas horas que laten dentro 'el pecho, de minas seguidoras, de hombres bien derechos tallando tras cartón.
Siempre sé tener conducta por más contra que me busquen, aunque muchos se embalurden que soy punto pa' currar, ando chivo con la yuta porque tengo mi rebusque y me aguanto cualquier copo con las cartas que me dan.
No me gusta avivar giles que después se me hacen contra, acostumbro escuchar mucho, nunca fui conversador.
Y aprendí desde purrete que el que nace calavera no se tuerce con la mala, ni tampoco es batidor.
Imitación
La primera etapa de la socialización, para los interaccionistas, es la imitación. En el vídeo se aprecia como el menor de los sujetos imita la conducta del mayor. De esta manera construye estructuras de comportamiento que le servirán en su vida adulta. ¿Así se forma el hábitus? ¿Hay transmisión de la xenofobia? Con perdón de las teorías y los muy respetados investigadores.
Socialización y autoestima
El proceso de socialización es por el que aprendemos a vivir en sociedad, en aquella en que nacimos, en tanto los humanos somos fundamentalmente seres sociales. Varias son las teorías que discurren acerca de este proceso en el que, entre otras cosas esenciales, se desarrolla la autoestima. Esta valorización de uno mismo es citada como factor de riesgo o de protección en cuanto a adquirir una adicción, según sea su medida baja o alta. El interaccionismo simbólico fundado por Mead y Cooley, y ampliado o enriquecido por Goffmann, plantea que aprendemos los códigos sociales viendo reflejada nuestra conducta en los demás. Reforzamos aquellas que son aprobadas por quienes tenemos en estima y dejamos de lado las que son ignoradas o reprobadas. Asimismo se fortalece o debilita nuestra propia valoración en función de esta relación de intercambio y vamos construyendo estructuras internas de conocimiento y comportamiento que nos permiten adaptarnos al ambiente y también modificarlo. Ni sobreprotección, ni desprotección, resultan buenas en ésta primera etapa para el desarrollo de la autoestima. La justa medida que nos permita enfrentar la mayor cantidad de fracasos que de éxitos con que nos espera la sociedad.
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Volviéndonos "humanos" resistentes
jueves, 27 de noviembre de 2008
Algunos datos "familiares"
• Cada vez hay más mujeres que trabajan fuera de la casa y más hombres que se involucran en tareas del hogar.
• La gente no se casa tan joven como antes.
• Si bien parece estabilizarse la cifra, aproximadamente cada dos casamientos hay un divorcio.
• La duración promedio del matrimonio para divorciarse bajó a la mitad últimamente.
• Una de cada cinco parejas en Capital convivía sin casarse, según el censo de 2001.
• Más del 80% de los que reinciden en formar pareja lo hacen informalmente.
• En 1936 las mujeres con un solo hijo al concluir su vida reproductiva representaban el 14% del total. En 2005 representaban el 25%.
• Casi llega a un tercio del total la gente que vive sola.
• Hay más mujeres que hombres viviendo solas.
• Una de cada diez familias estaba hasta hace un par de años constituida por un solo cónyuge.
• La gente no se casa tan joven como antes.
• Si bien parece estabilizarse la cifra, aproximadamente cada dos casamientos hay un divorcio.
• La duración promedio del matrimonio para divorciarse bajó a la mitad últimamente.
• Una de cada cinco parejas en Capital convivía sin casarse, según el censo de 2001.
• Más del 80% de los que reinciden en formar pareja lo hacen informalmente.
• En 1936 las mujeres con un solo hijo al concluir su vida reproductiva representaban el 14% del total. En 2005 representaban el 25%.
• Casi llega a un tercio del total la gente que vive sola.
• Hay más mujeres que hombres viviendo solas.
• Una de cada diez familias estaba hasta hace un par de años constituida por un solo cónyuge.
miércoles, 26 de noviembre de 2008
Mi vieja. Pappo Napolitano
Mi mama todas las mañanas con el café me viene a despertar, me trae el desayuno a la cama[no existe nadie como tu mama]
Mi vieja es una jubilada, toda su vida laburó sin parar [toda su vida][toda su vida laburó sin parar]
Nadie se atreva, a tocar a mi vieja porque mi vieja,es lo mas grande que hay.
Mi vieja se queja y se queja que cojones, tiene mama, no lo ves? ella se queja porque ya esta harta de que le afanen una y otra vez de que le afanen una vez por mes.
Un miércoles de miércoles la policía la quiso arrestar por reclamar lo que le corresponde, me vuelvo loco los quiero matar! tranquilamente, y los quiero matar!
[Nadie se atreva,a tocar a mi vieja porque mi vieja,es lo mas grande que hay]
Mi vieja es una jubilada, toda su vida laburó sin parar [toda su vida][toda su vida laburó sin parar]
Nadie se atreva, a tocar a mi vieja porque mi vieja,es lo mas grande que hay.
Mi vieja se queja y se queja que cojones, tiene mama, no lo ves? ella se queja porque ya esta harta de que le afanen una y otra vez de que le afanen una vez por mes.
Un miércoles de miércoles la policía la quiso arrestar por reclamar lo que le corresponde, me vuelvo loco los quiero matar! tranquilamente, y los quiero matar!
[Nadie se atreva,a tocar a mi vieja porque mi vieja,es lo mas grande que hay]
Sagrada Familia. Francisco de Goya

La Sagrada Familia ha tenido innumerables tratamientos por el arte y ha sido instalada de manera ejemplar. Tiene la particularidad de un padre de afecto en su estructura, ateniéndonos al relato del Nuevo Testamento. En la obra de Goya no solo aparecen las "Tres generaciones", familia extensa venerada, sino también el Verdadero Padre.
Familia humana
Uno de los temas sociales considerados influyentes en la propensión al consumo de las sustancias llamadas “psicoactivas” es la “desintegración familiar”. La cuestión es que tipo de estructura familiar es la que se considera desintegrada. A lo largo de la evolución de la sociedad se han encontrado múltiples tipos de estructura familiar. Aún hoy existe una multiplicidad de formas de grupos “familiares”. Lo que se desintegra es un proyecto de vida, se establece un fracaso de acuerdo a expectativas fundadas en ese proyecto, en ese esquema de familia. Obviamente no sabemos si al establecer ese proyecto se conocen o plantean alternativas y se elige alguna de ellas. Muchos inician la etapa de compartir la vida con otra persona ensayando de manera informal la convivencia y luego deciden profundizar la relación y “formalizarla” cada vez más. Otros puede que solo reconozcan una sola forma de familia, la occidental, “nuclear”, religiosa y/o civil y, seguramente la repercusión del fracaso podría llegar a ser mayor. No estaría mal reconocer que, como otras instituciones, la familia es una construcción social y que ha tenido y tiene formas cambiantes. Es decir, se puede construir, destruir y re-construir (crear y re-crear) y, si a esto le asociamos la cada vez mayor aceptación del concepto oriental de crisis como oportunidad, el “fracaso” podría enfocarse de otra manera. Tal vez, ni tan dolorosa ni tan perjudicial para los miembros de aquella familia que se “desintegra”, con menos necesidad de “amortiguar” la desazón con sustancias o tomarse revancha de peor manera.
Familia natural
El reflejo de un fracaso. Juan del Sur
Casi no queda nada ya, aunque lo principal sigue dando vueltas en mi cabeza. Levantarme, desayunar, viajar hasta llegar. Trabajar. Papeles y más papeles. Atiendo a uno y otro, van y vienen como fantasmas inocentes, gente incorpórea, sin un significado, a no ser el de cumplirles. Que rutina, que hastío, que cansancio ¿Por qué no salir, escapar, buscar lo diferente, desafiante, un nuevo reto? Hacer la mía, si otros pueden, por que yo no podría? El retiro y la aventura, otro esfuerzo, todo nuevo, al principio la alegría. Con el tiempo, la amargura, el fracaso, desventura. Discusiones, agresiones, la ruptura. Sin los hijos, sin familia, solo en esta mesa, y el reflejo de un candil sobre mi copa. La punta de un cuchillo que penetra en carne viva y me devora. Otra rutina…. esta vez, demoledora!
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el fracaso está ahí cerca,
En la sociedad de riesgo
martes, 18 de noviembre de 2008
Alerta...
Los adolescentes sobrevaloran los riesgos que pueden correr, pero no se asustan fácilmente. Creen que los beneficios por correrlos valen la pena. Por eso, hablarle de los riesgos reales puede ser contraproducente. Lo mejor es estar atentos, para apoyarlos, alentarlos o corregirlos, en el momento oportuno.
lunes, 17 de noviembre de 2008
Esos locos bajitos. Joan Manuel Serrat
A menudo los hijos se nos parecen, y así nos dan la primera satisfacción; esos que se mecen con nuestros gestos, echando mano a cuanto hay a su alrededor.
Esos locos bajitos que se incorporan, con los ojos abiertos de par en par, sin respeto al horario y a las costumbres y a los que, por su bien (dicen) que hay que domesticar.
Niño, deja ya de joder con la pelota.
Niño, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca.
Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma, con nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma y que les bastan nuestros cuentos para dormir.
Nos empeñamos en dirigir sus vidas, sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones con la leche templada y en cada canción.
Nada ni nadie puede impedir que sufran, que las agujas avancen en el reloj. Que decidan por ellos, que se equivoquen, que crezcan y un día, nos digan adiós.
Esos locos bajitos que se incorporan, con los ojos abiertos de par en par, sin respeto al horario y a las costumbres y a los que, por su bien (dicen) que hay que domesticar.
Niño, deja ya de joder con la pelota.
Niño, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca.
Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma, con nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma y que les bastan nuestros cuentos para dormir.
Nos empeñamos en dirigir sus vidas, sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones con la leche templada y en cada canción.
Nada ni nadie puede impedir que sufran, que las agujas avancen en el reloj. Que decidan por ellos, que se equivoquen, que crezcan y un día, nos digan adiós.
Pasa seguido, más de lo pensado
Jóvenes demasiado solos. Por Gustavo F. Iaies. Para La Nación. Viernes 22 de febrero de 2008.
Tres chicos de 16, 19 y 22 años murieron y dos fueron heridos en 9 de Julio, jugando a la ruleta rusa en moto. En esa ciudad hubo 14 muertos por accidentes similares en 2007. El jueves por la tarde, Fabián (22) le pidió la moto a la mamá y no se la prestó; pero el padre, sí, contó el amigo de otro. Todos sabían lo que ocurría y que eso derivaría en un accidente, pero nadie logró detenerlos. Los chicos decidieron jugar a la muerte y los adultos no pudieron cuidarlos.
El sábado, en Pinamar, dos bandas de jóvenes alcoholizados se trenzaron en una pelea y cuando la policía llegó para detenerlos decidieron unirse para pelear contra ella. Hubo varios agentes heridos.
Más allá del enojo y la impotencia, la primera conclusión que surge de estos y otros casos ocurridos en los últimos días es que hemos perdido la capacidad de cuidar a los chicos. Cuidarlos de ellos mismos, de otros chicos, de las adicciones, de los riesgos de la sociedad… Se quedaron solos. Tienen la libertad máxima que podemos darles: la de jugar con la muerte. ¿No nos habremos pasado? ¿No habremos creído que la libertad es un valor supremo exclusivo, dejando afuera la salud, la seguridad, el respeto, el orden? ¿No tendremos que buscar un equilibrio de valores más cercanos a la felicidad?
Jaime Barylko hablaba del miedo a los hijos, y parece que eso es lo que sentimos. Pasamos de unos chicos sometidos a unos adultos sometidos, y ni uno ni el otro son buenos modelos. Pero en éste los chicos están más expuestos.¿Cuál es nuestro miedo? ¿Que dejen de querernos, que se vayan, que sufran? ¿Es algunas de esas cosas peor que lo que sucedió? ¿O será que estamos tan concentrados en “nuestras cosas” que nos cuesta dedicarle tiempo a la tarea de reconstituirnos como adultos, como padres, como vecinos, como maestros, como autoridades?
Efectivamente, es una tarea difícil, continua, exigente y con resultados que se ven en el mediano plazo. Y resulta complejo realizarla de modo individual. Requiere pactos de confianza de los padres con la policía y el intendente, de los maestros con los padres, de los adultos entre sí. Es muy difícil si no confiamos en nadie. Los chicos están solos. Los adultos no están en condiciones de frenarlos, de cuidarlos, de protegerlos, de contenerlos… ¿Acaso ésa es la razón por la que han decidido poner a prueba el límite de la muerte? El autor es presidente de la Fundación Centro de Estudios en Políticas Públicas (CEPP).
Tres chicos de 16, 19 y 22 años murieron y dos fueron heridos en 9 de Julio, jugando a la ruleta rusa en moto. En esa ciudad hubo 14 muertos por accidentes similares en 2007. El jueves por la tarde, Fabián (22) le pidió la moto a la mamá y no se la prestó; pero el padre, sí, contó el amigo de otro. Todos sabían lo que ocurría y que eso derivaría en un accidente, pero nadie logró detenerlos. Los chicos decidieron jugar a la muerte y los adultos no pudieron cuidarlos.
El sábado, en Pinamar, dos bandas de jóvenes alcoholizados se trenzaron en una pelea y cuando la policía llegó para detenerlos decidieron unirse para pelear contra ella. Hubo varios agentes heridos.
Más allá del enojo y la impotencia, la primera conclusión que surge de estos y otros casos ocurridos en los últimos días es que hemos perdido la capacidad de cuidar a los chicos. Cuidarlos de ellos mismos, de otros chicos, de las adicciones, de los riesgos de la sociedad… Se quedaron solos. Tienen la libertad máxima que podemos darles: la de jugar con la muerte. ¿No nos habremos pasado? ¿No habremos creído que la libertad es un valor supremo exclusivo, dejando afuera la salud, la seguridad, el respeto, el orden? ¿No tendremos que buscar un equilibrio de valores más cercanos a la felicidad?
Jaime Barylko hablaba del miedo a los hijos, y parece que eso es lo que sentimos. Pasamos de unos chicos sometidos a unos adultos sometidos, y ni uno ni el otro son buenos modelos. Pero en éste los chicos están más expuestos.¿Cuál es nuestro miedo? ¿Que dejen de querernos, que se vayan, que sufran? ¿Es algunas de esas cosas peor que lo que sucedió? ¿O será que estamos tan concentrados en “nuestras cosas” que nos cuesta dedicarle tiempo a la tarea de reconstituirnos como adultos, como padres, como vecinos, como maestros, como autoridades?
Efectivamente, es una tarea difícil, continua, exigente y con resultados que se ven en el mediano plazo. Y resulta complejo realizarla de modo individual. Requiere pactos de confianza de los padres con la policía y el intendente, de los maestros con los padres, de los adultos entre sí. Es muy difícil si no confiamos en nadie. Los chicos están solos. Los adultos no están en condiciones de frenarlos, de cuidarlos, de protegerlos, de contenerlos… ¿Acaso ésa es la razón por la que han decidido poner a prueba el límite de la muerte? El autor es presidente de la Fundación Centro de Estudios en Políticas Públicas (CEPP).
Correr...sin saber porqué
ACELERADOS
-¿Qué pasa ahí adelante? Porque no se mueven!!- Al fin…Ahora sí. Estoy metido en este caos, sin darme cuenta porqué.
-Adonde vas, animal!- Los micros se vuelven dueños de la calle. Acá se revierten los códigos. Es la selva!
¿Cómo pudo pasar?
-¡Otro semáforo!- No voy a llegar nunca, me pregunto cual es la finalidad de poner luces en todas las esquinas. Aquí no pasa nadie, me mandaría con el rojo!
¿Habrá llegado Marcela?, o estará en un embrollo similar.
-¡Correte!, ¿estás paseando? ¡Por que no te vas a... lavar los platos?-
Y ahora ¿Qué pasa? ¿Que carajo reclaman? Dios, todo hoy tiene que pasar.
Que hicimos mal? No puede ser, tan así, de golpe.
Por fin pasaron; ahora que me esperará?
Trabajar de la mañana a la noche, los dos, para que tenga todo. ¿Qué más hacía falta? Le allanamos el camino, pensando en dejarle algo mejor que lo que encontramos.
-¡Mierda!- Semejante camión, que hace por acá? Que frenada, tengo que levantar el pié. Me tengo que concentrar en el tránsito si quiero llegar bien. Estoy cerca, ¿habrá llegado Marcela? No me llamó. ¿Estará tan desorientada como yo? Ella también se mató trabajando el día entero, cada semana, cada mes, cada año. ¡Qué sociedad formamos! Tirando siempre juntos para el mismo lado. No lo habrá entendido? Si lo hemos hablado tantas veces.
Tengo que frenar ¡Qué hace éste tirando de un carrito en un autódromo!
-¡Vas a morir aplastado! -
Ya llego, a ver donde estaciono. ¿Habrá lugar adentro? Yo me mando, si. Ahí está Marcela, ¿sabrá algo ya? Quienes son esos dos. ¿Serán de la escuela?
-Hola! Sabés algo... como fue?, que pasó?
-Ellos te van a contar. Son del equipo escolar. Parece que fueron varios.
-Hola….si, son varios compañeros, antes de entrar se juntaban en la esquina, tomaban alguna cerveza. Llamamos a varias reuniones por el tema, pero, vió? Muchos padres no venían, por sus ocupaciones. El caso es que hoy le sumaron algunas pastillas, según contaron algunos del grupo. A Oscar, le cayó muy mal.
-Ahí viene el médico de guardia!
-Como está?
-Es un coma por la ingesta de una mezcla de tranquilizantes y alcohol. Confiamos en que pueda salir. Entró mal, pero se restauraron los signos vitales. Le hicimos el tratamiento de rutina y reaccionó bien. Hay que esperar...
-¿Qué pasa ahí adelante? Porque no se mueven!!- Al fin…Ahora sí. Estoy metido en este caos, sin darme cuenta porqué.
-Adonde vas, animal!- Los micros se vuelven dueños de la calle. Acá se revierten los códigos. Es la selva!
¿Cómo pudo pasar?
-¡Otro semáforo!- No voy a llegar nunca, me pregunto cual es la finalidad de poner luces en todas las esquinas. Aquí no pasa nadie, me mandaría con el rojo!
¿Habrá llegado Marcela?, o estará en un embrollo similar.
-¡Correte!, ¿estás paseando? ¡Por que no te vas a... lavar los platos?-
Y ahora ¿Qué pasa? ¿Que carajo reclaman? Dios, todo hoy tiene que pasar.
Que hicimos mal? No puede ser, tan así, de golpe.
Por fin pasaron; ahora que me esperará?
Trabajar de la mañana a la noche, los dos, para que tenga todo. ¿Qué más hacía falta? Le allanamos el camino, pensando en dejarle algo mejor que lo que encontramos.
-¡Mierda!- Semejante camión, que hace por acá? Que frenada, tengo que levantar el pié. Me tengo que concentrar en el tránsito si quiero llegar bien. Estoy cerca, ¿habrá llegado Marcela? No me llamó. ¿Estará tan desorientada como yo? Ella también se mató trabajando el día entero, cada semana, cada mes, cada año. ¡Qué sociedad formamos! Tirando siempre juntos para el mismo lado. No lo habrá entendido? Si lo hemos hablado tantas veces.
Tengo que frenar ¡Qué hace éste tirando de un carrito en un autódromo!
-¡Vas a morir aplastado! -
Ya llego, a ver donde estaciono. ¿Habrá lugar adentro? Yo me mando, si. Ahí está Marcela, ¿sabrá algo ya? Quienes son esos dos. ¿Serán de la escuela?
-Hola! Sabés algo... como fue?, que pasó?
-Ellos te van a contar. Son del equipo escolar. Parece que fueron varios.
-Hola….si, son varios compañeros, antes de entrar se juntaban en la esquina, tomaban alguna cerveza. Llamamos a varias reuniones por el tema, pero, vió? Muchos padres no venían, por sus ocupaciones. El caso es que hoy le sumaron algunas pastillas, según contaron algunos del grupo. A Oscar, le cayó muy mal.
-Ahí viene el médico de guardia!
-Como está?
-Es un coma por la ingesta de una mezcla de tranquilizantes y alcohol. Confiamos en que pueda salir. Entró mal, pero se restauraron los signos vitales. Le hicimos el tratamiento de rutina y reaccionó bien. Hay que esperar...
viernes, 31 de octubre de 2008
He andado muchos caminos. A. Machado
He andado muchos caminos he abierto muchas veredas; he navegado en cien mares y atracado en cien riberas. En todas partes he visto caravanas de tristeza, soberbios y melancólicos borrachos de sombra negra. Y pedantones al paño que miran, callan y piensan que saben, porque no beben el vino de las tabernas.
Mala gente que camina y va apestando la tierra... Y en todas partes he visto gentes que danzan o juegan, cuando pueden, y laboran sus cuatro palmos de tierra. Nunca, si llegan a un sitio, preguntan a donde llegan. Cuando caminan, cabalgan a lomos de mula vieja. Y no conocen la prisa ni aún en los días de fiesta. Donde hay vino, beben vino, donde no hay vino, agua fresca. Son buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan, y en un día como tantos, descansan bajo la tierra.
Mala gente que camina y va apestando la tierra... Y en todas partes he visto gentes que danzan o juegan, cuando pueden, y laboran sus cuatro palmos de tierra. Nunca, si llegan a un sitio, preguntan a donde llegan. Cuando caminan, cabalgan a lomos de mula vieja. Y no conocen la prisa ni aún en los días de fiesta. Donde hay vino, beben vino, donde no hay vino, agua fresca. Son buenas gentes que viven, laboran, pasan y sueñan, y en un día como tantos, descansan bajo la tierra.
sábado, 25 de octubre de 2008
Acerca de la vida dura y el alcohol
En la rama de la construcción, donde el trabajo duro, poco estable, la inseguridad y la mala paga están presentes, se vuelve muy palpable una forma de evadirse. Disfrazado de hombría el alcohol se cruza fácil en éste ámbito y suele hacer estragos entre los desprevenidos. Mejorar las condiciones laborales, reconocer el esfuerzo, sería justo y evitaría los "malos tragos", pero cuesta algo más y no parecen dispuestos a resignar ganancias, aún a costa de perjudicar a otros.
miércoles, 22 de octubre de 2008
martes, 2 de septiembre de 2008
Obreros
Hoy se levantó y, como todos los días, se lavó la cara, se mojó el pelo rebelde y se lo acomodó con el peine. Puso la pava, a medio llenar, en el fuego, vació el mate y lo volvió a cargar con yerba. Prendió desganado un cigarrillo mientras esperaba que el agua se calentara para tomarse unos amargos y comerse unas galletas, antes de que lo pasaran a buscar.
Sintió el dolor de cabeza y, esa pesadez de cada mañana más que nunca. Le echó la culpa a los cigarrillos del día de ayer y al vino tinto de la noche, que ocupó más lugar que el de la cena.
-Ojalá en el viaje hasta la obra me afloje un poco, aunque sentado en la caja de la camioneta cada salto me repercute en todo el cuerpo- Se dijo para si mismo.
Salió al cruce del vehículo que lo llevaba hasta el edificio en construcción en el que estaba trabajando, la última changa que había conseguido, la mejor, la más duradera. Por un tiempo no habría de hacerse problema por el empleo y sobre que pasarle a su ex mujer para que no le haga la vida imposible y sí…, para que sus dos hijos no tuvieran que pasar miserias.
El fletero le esquivaba a entrar al barrio, para no perder tiempo y además, por algún temor, el barrio de Juan es humilde, de gente mezclada, trabajadora y de la otra, la llevada hacia el rebusque, cualquier cosa para sobrevivir, algunas catalogadas como delitos.
Saludó y se acomodó como pudo, apretujado entre materiales, herramientas y otros que como el, vivían del trabajo temporario, duro, mal pagado. A un lado le quedó Ramón, compañero con el que vienen haciendo changas desde hace rato. Lo conoció en la vereda del sindicato, donde todas las mañanas se juntan los que quieren trabajar en la construcción, de peones, no tienen instrucción o posibilidad para otra cosa. La escuela se les escapó en cuanto se distrajeron para aportar en sus casas, mas que llenas de carencias. Con las orejas frías y las narices húmedas compartieron más de un cigarrillo hasta ser llamados y cargados hasta alguna obra.
Un saludo parco y un gesto casi hosco fue suficiente para enlazarlos, hacerles saber que por otro día compartían la vida en un mismo espacio, de una misma manera.
En el camino, gracias a algunas frenadas, se amontonaron contra la cabina, un día de estos el viaje se les termina antes. Pero, llegar por su cuenta resultaría caro para lo que les pagan y al menos así suman al salario los pesos del colectivo. Además los patrones se aseguran de que no falte nadie.
Al llegar subieron hasta el último piso donde estaban en plena terminación de lo que sería un edificio de veinte. De casas para otros, no para ellos. En los carteles figuran los nombres de los arquitectos, de los dueños, de la inmobiliaria pero, de los que trabajan para construirlos jamás habrá una letra.
-Si los que ponemos el lomo entre fierros y cemento somos nosotros, si la mezcla se fragua antes que se seque el sudor que nos cae a los laburantes, ¿porqué no figuramos en algún lado?- Más de una vez han comentado, sobre todo cuando tropezaron con algún director de obra soberbio e inexperto.
Enseguida de comenzar la jornada nota que Ramón esta más cerrado que de costumbre, como en otra cosa, preguntándose porqué sería, aunque problemas no le faltan. Sabía que últimamente estaba tomando demasiado, desde que lo conoció supo que lo hacía, pero no tanto como éstos días.
-Es cierto que en éste oficio somos de empinar el codo. A eso lleva el esfuerzo, el calor y también el desafío de hacerlo así. Es un trabajo rudo, de hombres fuertes y, se sabe, los hombres fuertes sabemos tomar y al mismo tiempo, laburar. Se explicó de Ramón y, de paso, justificó su propia costumbre.
-Que pasa Ramón, durmió mal anoche? Le preguntó
--Eeeh… no muy bien, la nena no progresa.
Hacía veinte días le quedó una nieta en el hospital, recién nacida, que su hija menor, soltera, le dejó al cuidado al fallecer en el parto. Le erró al creer que su silencio era por la resaca, aunque una cosa seguro trae la otra. Vivir de changas, con lo justo, mala escuela y alimento, peleándola cada día para criar a los hijos y el alcohol como fortaleza y un escape, al alcance de la mano. Uno puede no tener ganas de hablar porque está cansado, porque está tomado, porque está preocupado o, porque no cree que hablando se arregle algo. Pero, todo puede venir junto, bien dicen que “al perro flaco, no le faltan pulgas”.
Así anda Ramón ahora, con todo y las pulgas, que le chupan la sangre. También a Juan a veces le dan ganas de morder la vida y arrancarle el cuero a tarascones, a ver si encuentra algo que calme el ardor que le producen los pesares, el cansancio de caminar y estar siempre parado en el mismo lugar o ir para atrás.
-Al mediodía lo perdí de vista, comimos algo y seguimos casi una hora más, hasta que alguien vino a cortar la jornada- Le decía a Paula, la hermana de Ramón.
-El Ramón apareció abajo, estrellado contra el escombro. Parece que se cayó por el hueco. Un resguardo mal clavado, una piedra en el camino, un descuido? No sé. Alguien dijo que un rato antes lo llamaron del hospital, le dijeron lo de la nena, que no salió, falleció.
Quizá el Ramón pensó que ya no habría vino que le alcance para seguir, se quedó sin dientes para morder al mundo, sus manos se aflojaron o fue un mísero accidente.
Juan dejó la obra, no podía seguir con la dolorosa ausencia del compañero. Como Ramón, nunca terminó su mejor trabajo.
Sintió el dolor de cabeza y, esa pesadez de cada mañana más que nunca. Le echó la culpa a los cigarrillos del día de ayer y al vino tinto de la noche, que ocupó más lugar que el de la cena.
-Ojalá en el viaje hasta la obra me afloje un poco, aunque sentado en la caja de la camioneta cada salto me repercute en todo el cuerpo- Se dijo para si mismo.
Salió al cruce del vehículo que lo llevaba hasta el edificio en construcción en el que estaba trabajando, la última changa que había conseguido, la mejor, la más duradera. Por un tiempo no habría de hacerse problema por el empleo y sobre que pasarle a su ex mujer para que no le haga la vida imposible y sí…, para que sus dos hijos no tuvieran que pasar miserias.
El fletero le esquivaba a entrar al barrio, para no perder tiempo y además, por algún temor, el barrio de Juan es humilde, de gente mezclada, trabajadora y de la otra, la llevada hacia el rebusque, cualquier cosa para sobrevivir, algunas catalogadas como delitos.
Saludó y se acomodó como pudo, apretujado entre materiales, herramientas y otros que como el, vivían del trabajo temporario, duro, mal pagado. A un lado le quedó Ramón, compañero con el que vienen haciendo changas desde hace rato. Lo conoció en la vereda del sindicato, donde todas las mañanas se juntan los que quieren trabajar en la construcción, de peones, no tienen instrucción o posibilidad para otra cosa. La escuela se les escapó en cuanto se distrajeron para aportar en sus casas, mas que llenas de carencias. Con las orejas frías y las narices húmedas compartieron más de un cigarrillo hasta ser llamados y cargados hasta alguna obra.
Un saludo parco y un gesto casi hosco fue suficiente para enlazarlos, hacerles saber que por otro día compartían la vida en un mismo espacio, de una misma manera.
En el camino, gracias a algunas frenadas, se amontonaron contra la cabina, un día de estos el viaje se les termina antes. Pero, llegar por su cuenta resultaría caro para lo que les pagan y al menos así suman al salario los pesos del colectivo. Además los patrones se aseguran de que no falte nadie.
Al llegar subieron hasta el último piso donde estaban en plena terminación de lo que sería un edificio de veinte. De casas para otros, no para ellos. En los carteles figuran los nombres de los arquitectos, de los dueños, de la inmobiliaria pero, de los que trabajan para construirlos jamás habrá una letra.
-Si los que ponemos el lomo entre fierros y cemento somos nosotros, si la mezcla se fragua antes que se seque el sudor que nos cae a los laburantes, ¿porqué no figuramos en algún lado?- Más de una vez han comentado, sobre todo cuando tropezaron con algún director de obra soberbio e inexperto.
Enseguida de comenzar la jornada nota que Ramón esta más cerrado que de costumbre, como en otra cosa, preguntándose porqué sería, aunque problemas no le faltan. Sabía que últimamente estaba tomando demasiado, desde que lo conoció supo que lo hacía, pero no tanto como éstos días.
-Es cierto que en éste oficio somos de empinar el codo. A eso lleva el esfuerzo, el calor y también el desafío de hacerlo así. Es un trabajo rudo, de hombres fuertes y, se sabe, los hombres fuertes sabemos tomar y al mismo tiempo, laburar. Se explicó de Ramón y, de paso, justificó su propia costumbre.
-Que pasa Ramón, durmió mal anoche? Le preguntó
--Eeeh… no muy bien, la nena no progresa.
Hacía veinte días le quedó una nieta en el hospital, recién nacida, que su hija menor, soltera, le dejó al cuidado al fallecer en el parto. Le erró al creer que su silencio era por la resaca, aunque una cosa seguro trae la otra. Vivir de changas, con lo justo, mala escuela y alimento, peleándola cada día para criar a los hijos y el alcohol como fortaleza y un escape, al alcance de la mano. Uno puede no tener ganas de hablar porque está cansado, porque está tomado, porque está preocupado o, porque no cree que hablando se arregle algo. Pero, todo puede venir junto, bien dicen que “al perro flaco, no le faltan pulgas”.
Así anda Ramón ahora, con todo y las pulgas, que le chupan la sangre. También a Juan a veces le dan ganas de morder la vida y arrancarle el cuero a tarascones, a ver si encuentra algo que calme el ardor que le producen los pesares, el cansancio de caminar y estar siempre parado en el mismo lugar o ir para atrás.
-Al mediodía lo perdí de vista, comimos algo y seguimos casi una hora más, hasta que alguien vino a cortar la jornada- Le decía a Paula, la hermana de Ramón.
-El Ramón apareció abajo, estrellado contra el escombro. Parece que se cayó por el hueco. Un resguardo mal clavado, una piedra en el camino, un descuido? No sé. Alguien dijo que un rato antes lo llamaron del hospital, le dijeron lo de la nena, que no salió, falleció.
Quizá el Ramón pensó que ya no habría vino que le alcance para seguir, se quedó sin dientes para morder al mundo, sus manos se aflojaron o fue un mísero accidente.
Juan dejó la obra, no podía seguir con la dolorosa ausencia del compañero. Como Ramón, nunca terminó su mejor trabajo.
Hola gente. Hay muchas formas de ver la vida. Casi diría que tantas como hay personas y, el mundo está ahí, para que cada uno lo vea a su manera. Las fotos lo muestran como está, en dos dimensiones y detenido en el tiempo. Lo que se ve le interesó a quien lo veía y duró ese instante, el mismo que quedó detenido ahí, que nunca se repetirá tal cual. La foto sirve para rememorar la belleza del momento y la posibilidad de encontrar más de ella adelante, en el futuro. Para eso hay que estar alerta, despierto, sensible, natural. En las personas está todo eso y mucho más. No dejemos que nos lo quiten, tratemos de incrementarlo.
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