Jóvenes demasiado solos. Por Gustavo F. Iaies. Para La Nación. Viernes 22 de febrero de 2008.
Tres chicos de 16, 19 y 22 años murieron y dos fueron heridos en 9 de Julio, jugando a la ruleta rusa en moto. En esa ciudad hubo 14 muertos por accidentes similares en 2007. El jueves por la tarde, Fabián (22) le pidió la moto a la mamá y no se la prestó; pero el padre, sí, contó el amigo de otro. Todos sabían lo que ocurría y que eso derivaría en un accidente, pero nadie logró detenerlos. Los chicos decidieron jugar a la muerte y los adultos no pudieron cuidarlos.
El sábado, en Pinamar, dos bandas de jóvenes alcoholizados se trenzaron en una pelea y cuando la policía llegó para detenerlos decidieron unirse para pelear contra ella. Hubo varios agentes heridos.
Más allá del enojo y la impotencia, la primera conclusión que surge de estos y otros casos ocurridos en los últimos días es que hemos perdido la capacidad de cuidar a los chicos. Cuidarlos de ellos mismos, de otros chicos, de las adicciones, de los riesgos de la sociedad… Se quedaron solos. Tienen la libertad máxima que podemos darles: la de jugar con la muerte. ¿No nos habremos pasado? ¿No habremos creído que la libertad es un valor supremo exclusivo, dejando afuera la salud, la seguridad, el respeto, el orden? ¿No tendremos que buscar un equilibrio de valores más cercanos a la felicidad?
Jaime Barylko hablaba del miedo a los hijos, y parece que eso es lo que sentimos. Pasamos de unos chicos sometidos a unos adultos sometidos, y ni uno ni el otro son buenos modelos. Pero en éste los chicos están más expuestos.¿Cuál es nuestro miedo? ¿Que dejen de querernos, que se vayan, que sufran? ¿Es algunas de esas cosas peor que lo que sucedió? ¿O será que estamos tan concentrados en “nuestras cosas” que nos cuesta dedicarle tiempo a la tarea de reconstituirnos como adultos, como padres, como vecinos, como maestros, como autoridades?
Efectivamente, es una tarea difícil, continua, exigente y con resultados que se ven en el mediano plazo. Y resulta complejo realizarla de modo individual. Requiere pactos de confianza de los padres con la policía y el intendente, de los maestros con los padres, de los adultos entre sí. Es muy difícil si no confiamos en nadie. Los chicos están solos. Los adultos no están en condiciones de frenarlos, de cuidarlos, de protegerlos, de contenerlos… ¿Acaso ésa es la razón por la que han decidido poner a prueba el límite de la muerte? El autor es presidente de la Fundación Centro de Estudios en Políticas Públicas (CEPP).
lunes, 17 de noviembre de 2008
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